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El Gallo Quirico

08/06/2011 Deja un comentario

Había una vez un gallo que se llamaba Quirico al que habían invitado a la boda del tío Perico.

Como era un poco presumido, para ir a la boda se lavó el cuerpo, se peinó la cresta y se preparó para ir bien vestido.

Cuando iba caminando, en una charca vio un gusanito que estaba nadando.

Pensó: Como he tardado tanto en prepararme, no he tenido tiempo del hambre calmarme.

Así que decidido se acercó donde el gusano, que estaba desprevenido.

Pero al ver a ese gallo tan bonito, el gusanito le preguntó: ¿A dónde vas, tan guapo, gallo Quirico?

El galló contestó: – A la boda del tío Perico.

– ¿Me llevas contigo? – le dijo el pequeño gusanito

– Claro, ven conmigo, escóndete en mi  pico.

Y así, el gallo Quirico se comió al gusanito. Con tan mala suerte que se manchó el pico.

Con el pico manchado y un poco contrariado, se acercó a una lechuga que estaba plantada, para que le limpiase la cara.

– ¿Lechugita, bonita, serías tan amable de limpiarme la carita?

– Claro, Quirico, ven aquí que te limpio el pico. Pero antes, responde, ¿sabes dónde el gusanito se esconde?

– ¿El gusanito? Si lo he visto, no me acuerdo.

Entonces, desde el buche de Quirico se pudo oír un grito:

– Me comiste gallo feo, como si fuese un fideo.

– Para llevarte en el pico a la boda del tío Quirico.

La lechuga al oír esto, se enfadó, y al gallo Quirico reprendió:

– Has querido engañarme, así que no te limpio, me niego a lavarte.

Y le dió un coscorrón al pobre gallo glotón.

El gallo Quirico se fue corriendo, y vio a una cabra que estaba comiendo.

– Buenos días, Señora Cabra, ¿podría darle un mordisco a la lechuga, que me ha chillado, pegado y no me presta ayuda?

– Claro que sí, pero antes responde, ¿sabes dónde el gusanito se esconde?

– ¿El gusanito? Si lo he visto, no me acuerdo.

Entonces, desde el buche de Quirico se pudo oír un grito:

– Me comiste gallo feo, como si fuese un fideo.

– Para llevarte en el pico a la boda del tío Quirico.

La cabra se enojó, y al pobre gallo una cornada le propinó.

– Toma gallo malo, por engañarme y por comerte al gusano.

El gallo se alejó cojeando, hasta que vio un palo que estaba dormitando.

– Buenos días, Señor Palo, ¿podría pegarle un golpe a la cabra, que no ha querido darle un mordisco a la lechuga, y me han chillado, corneado y no me prestan ayuda?

– Claro que sí, pero antes responde, ¿sabes dónde el gusanito se esconde?

– ¿El gusanito? Si lo he visto, no me acuerdo.

Entonces, desde el buche de Quirico se pudo oír un grito:

– Me comiste gallo feo, como si fuese un fideo.

– Para llevarte en el pico a la boda del tío Quirico.

El palo se enfadó, y al pobre gallo golpeó

– Toma gallo malo, por engañarme y por comerte al gusano.

El gallo se alejó, dolorido por los golpes, hasta que vio al fuego, que venía por el monte.

– Buenos días, Señor Fuego, ¿podría quemar al palo, que no ha querido pegarle un golpe a la cabra, que no ha querido darle un mordisco a la lechuga, y me han chillado, corneado, golpeado y no me prestan ayuda?

– Claro que sí, pero antes responde, ¿sabes dónde el gusanito se esconde?

– ¿El gusanito? Si lo he visto, no me acuerdo.

Entonces, desde el buche de Quirico se pudo oír un grito:

– Me comiste gallo feo, como si fuese un fideo.

– Para llevarte en el pico a la boda del tío Quirico.

El fuego se enfureció, y al pobre gallo quemó

– Te quemo gallo malo, por engañarme y comerte al gusano.

Quirico se alejó con las plumas chamuscadas, hasta que vio al agua, que caía en una cascada.

– Buenos días, Señora Agua, ¿podría apagar al fuego que no ha querido quemar al palo, que no ha querido pegarle un golpe a la cabra, que no ha querido darle un mordisco a la lechuga, y me han chillado, corneado, golpeado, quemado y no me prestan ayuda?

– Claro que sí, pero antes responde, ¿sabes dónde el gusanito se esconde?

– ¿El gusanito? Si lo he visto, no me acuerdo.

Entonces, desde el buche de Quirico se pudo oír un grito:

– Me comiste gallo feo, como si fuese un fideo.

– Para llevarte en el pico a la boda del tío Quirico.

El agua se encolerizó, y al pobre gallo mojó

– Te mojo gallo malo, por engañarme y comerte al gusano.

El gallo Quirico se fue empapado como una sopa, decidido a llegar como fuese a la boda.

Cuando al final a la casa del tío Perico llegó, y el cocinero  empapado, quemado, golpeado, triste y manchado le vió, del pescuezo le cogió y en la cazuela lo metió.

Y colorín colorete, por la chimenea sale un cohete.

Y colorín colorado, al final… ¿dónde está el gusano?

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Fin del Mundo

21/04/2011 Deja un comentario

No, no es que se acabe, creo.

Es un concurso que hay de microrrelatos sobre el fin del mundo. De 150 palabras. Y como me está dando problemas, aquí pongo el mío.

Aunque ahora que he leído las bases (por fin me ha dejado entrar) ésto no vale, que no se adapta a las normas del concurso por la temática, así que aquí lo dejo.

Maldito despertador. No, espera, es el teléfono. ¿A estas horas?…

¿El hospital? ¿¿familiares?? ¿!¿accidente?!?

No tengo tiempo para desayunar, apenas para vestirme. Corro a la calle a por el coche. Palpo el bolsillo. Me he dejado las llaves en casa. Todas. Busco mi cartera. La tengo. Paro un taxi y le doy el nombre del hospital.

Estoy delante de una camilla, llena de pitidos y zumbidos, repleta de tubos y cables. Y sangre, mucha. Lo que hay ahí debajo es mi hija. O algo que se le parece. La han atropellado en un paso de cebra. Y se han dado a la fuga. Mientras me relatan esto y me informan sobre la crítica situación de mi princesa, los coros de pitidos se transforman en uno, estridente. Me sacan de la habitación a la vez que entran muchas batas blancas. Al de un rato, salen. Todos. No me miran. Se acabó.

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Patitos

02/02/2011 Deja un comentario

Érase una vez una mamá que tenía cinco patitos.
Un día, los patitos salieron de casa.

Cinco patitos fueron a pasear, y en el campo se pusieron a jugar.

La mamá se quedó en casa haciendo la comida. A la hora de cenar la mamá les llamó para que volviesen

Mamá pato a sus hijos llamó: «Cuac, cuac, cuac, cuac» desde casa les gritó.

Los patitos oyeron a su mamá, y volvieron a casa corriendo.

Cinco patitos oyeron a mamá, pero uno no pudo llegar. Cuatro patitos volvieron a cenar.

Mamá pato, al ver que sólo había cuatro patitos, se preocupó. Estaba triste porque había perdido uno. Pero como los otros patitos querían cenar, pronto se olvidó.
Al día siguiente:

Cuatro patitos fueron a pasear, y en el río se pusieron a nadar.

La mamá se quedó en casa lavando la ropa. A la hora de cenar la mamá les llamó para que volviesen

Mamá pato a sus hijos llamó: «Cuac, cuac, cuac, cuac» desde casa les gritó.

Los patitos oyeron a su mamá, y volvieron a casa corriendo.

Cuatro patitos oyeron a mamá, pero uno no pudo llegar. Tres patitos volvieron a cenar.

Mamá pato, de nuevo se preocupó porque hoy faltaba otro patito. Estaba triste porque había perdido otro. Pero como los otros patitos metían mucho ruido, pronto se olvidó.

Al día siguiente:

Tres patitos fueron a pasear, y en el árbol se pusieron a trepar.

La mamá se quedó en casa limpiándola. A la hora de cenar la mamá les llamó para que volviesen

Mamá pato a sus hijos llamó: «Cuac, cuac, cuac, cuac» desde casa les gritó.

Los patitos oyeron a su mamá, y volvieron a casa corriendo.

Tres patitos oyeron a mamá, pero uno no pudo llegar. Dos patitos volvieron a cenar.

Mamá pato, estaba muy preocupada porque otro patito no había vuelto. Estaba muy triste. Pero como los otros patitos querían jugar, pronto se olvidó.

Al día siguiente:

Dos patitos fueron a pasear, y en el cielo se pusieron a volar.

La mamá se quedó en casa cosiendo la ropa. A la hora de cenar la mamá les llamó para que volviesen

Mamá pato a sus hijos llamó: «Cuac, cuac, cuac, cuac» desde casa les gritó.

Los patitos oyeron a su mamá, y volvieron a casa corriendo.

Dos patitos oyeron a mamá, pero uno no pudo llegar. Un patito volvió a cenar.

Mamá pato, estaba muy preocupada ya que sólo quedaba un patito. Estaba tristísima. Pero como el patito que quedaba quería irse a dormir con ella, pronto se olvidó.

Al día siguiente:

Un patito fue a pasear, y en el parque se puso a columpiar.

La mamá se quedó en casa haciendo un pastel. A la hora de cenar la mamá le llamó para que volviese

Mamá pato a su hijo llamó: «Cuac, cuac, cuac, cuac» desde casa le gritó.

El patito oyó a su mamá, y volvió a casa corriendo.

Un patito oyó a mamá, pero el pobre no pudo llegar. Ningún patito volvió a cenar.

Mamá pato, al ver que no volvía ninguno se asustó mucho, y decidió salir a buscarlos a todos.
Fue al parque y vio un patito. Y se animó.
Voló y descubrió a otro. Y se puso más contenta.
Trepó al árbol y bajó al tercero. Y ya no estaba triste.
Nadó en el rió y rescató al cuarto. Y se alegró mucho.
Buscó en el campo y encontró al quinto. Mamá pato estaba muy feliz.
Y todos volvieron a casa a cenar el rico pastel que había hecho mamá pato.

Cinco patitos van a cenar, y todos juntos se acostarán.

(cuento basado, ligeramente, en uno que nos contaron en el parque de bolas. Para muy peques y cantando las cursivas, claro que en el blog no he podido poner la canción, así que la tonadilla la dejo a la elección del narrador)

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Prueba superada

17/04/2010 Deja un comentario

Y es que ayer viernes, aunque parezca una bobada estaba un poco nervioso por una tontería.

Como teníamos que hacer varias gestiones, hemos aprovechado para ir a la guardería de las diablillas en la jornada de puertas abiertas. Para los que os preguntáis qué es eso, os diré que básicamente es ir a pasar un rato con ellos. Ya lo hicimos cuando la diablilla mayor estaba en su primer curso, y ahora que es su último año en la guardería queríamos volver..

Lo de nervioso es porque la idea era que contásemos un cuento o cantásemos una canción a todos los compis. Es decir, todos esos monstruitos delante tuyo, dispuestos a lanzarse a la yugular… Vamos, que notaba cierto reparo.

Una vez pasada la experiencia, sólo puedo decir una cosa: Si tenéis la oportunidad, hacedlo. Lo hemos pasado muy bien, y ellos parece que también.

Para empezar, han hecho la «asamblea» que es como la presentación de todos los días para situarles en su perdido mundo de las horas del día. El comienzo consiste en pasar lista, cantar algunas canciones y repasar algunas fichas: colores, letras, números, inglés,…

Luego me ha tocado contar el temido cuento, y he escogido Teo en Barco, ya que los cuentos de Teo son una debilidad que tengo desde pequeñito. Y la experiencia ha sido muy buena. En cuanto he empezado, estaban todos mirándome, sin quitarme el ojo de encima, atentos a lo que les iba a contar. No han perdido detalle. Un momento muy bueno.

Luego hemos estado jugando, haciendo construcciones con bloques, pintando, bailando, saltando,… Y al final, cuando nos teníamos que ir, todos han venido a darnos unos besos, y a preguntarnos por qué nos teníamos que ir.

Como he dicho al principio, un día muy bueno, disfrutando de nuestra diablilla y sus compis. A veces hasta parece que no está poseída!!! 😉

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A dormir

08/04/2010 Deja un comentario

Otro momento interesante en la convivencia con los pequeños demonios nuestros adorables hijos es la hora de acostarse.

De nuevo como todo en este mundo, tiene varias «versiones»:  método González, método Estivill,  método pout-purri.

Y de nuevo también, como en el caso de la comida, nosotros hemos tenido bastante suerte. Aunque sinceramente, me gusta pensar que a parte de la suerte es que hemos hecho algunas cosas bien 😉

El problema generalmente está en que no suele coincidir la hora a la que nos gustaría que se fuesen a la cama con su hora. Además, como en la mayoría de los casos el único rato que los padres pasan con los hijos es por la noche, lo que suele ocurrir es una mezcla de situaciones que suelen llevar al desastre:

– Por parte de los niños, éstos quieren estar el mayor tiempo posible con sus padres, pero por otro lado están muy cansados y tienen sueño, así que las rabietas están garantizadas. Además suele coincidir con el momento cena, que también suele ser fuente de conflictos

– Por parte de los padres, también quieren pasar tiempo con sus hijos, pero llegan cansados de todo el día de trabajo.

Con estas premisas, es fácil saber cuál va a ser el resultado: generalmente una bronca (mínimo) por noche. Consiguiendo además que los hijos se acuesten enfadados o llorando y los padres (de nuevo) con el sentimiento de culpa por no saber tratar a sus niños.

Si hacemos caso a González, más o menos nos aconseja que dejemos al niño dormir cuando quiera, que ya se regulará él. El problema de esto es que la mayoría tenemos que trabajar y muchos aprovechamos el momento en que se van a la cama para hacer las cosas de casa. Si las aplazamos (porque si se queda despierto es para estar con nosotros) al final los que vamos a estar intratables somos nosotros, ya que nos quitaremos horas de sueño.

Si por el contrario obedecemos a Estivill (básicamente nos dice eso en las primeras páginas, que hay que seguir al pie de la letra sus indicaciones sin desvíos. Señor, sí señor!!) podemos echar al enano a la cama y despreocuparnos. ¿que llora? muy fácil: entramos al cuarto, le decimos que no llore y nos vamos. ¿qué sigue llorando? lo mismo pero esperando un rato más antes de entrar. Al final se aburrirá o se dormirá y dejará de llorar. También dejará de pensar que somos sus padres y creerá que está en una casa de alquiler o algo así, pero bueno, así molesta menos. (¿se nota que no me gusta mucho el método estivill?)

En nuestro caso hemos optado por una decisión más salomónica. Conviene decir que somos de esas personas que nos vamos la cama pronto (antes de tener niños, raro era el día entre semana que nos daban las 23:00-23:30 fuera de la cama).

Por ello, la hora de irse a la cama suele ser entre las 20:00 y las 21:00. Y solemos dejar que, dentro de lo posible,  no sea nuestra elección el momento de irse a dormir. Sobre todo recalcando esta parte, para que vean que dentro de unos márgenes razonables, ellos pueden tomar decisiones y se les respeta.

Además, a la hora de acostarse, no tenemos reglas estrictas de obligatorio cumplimiento, y así este momento no es una sucesión de pasos preestablecidos, si no que es más una especie de «conversación» entre unos padres y sus hijos.

Lo que no suele faltar es el cuento de antes de dormir. Algo muy importante (bajo nuestro punto de vista) y que intentamos que sea participativo. Por ejemplo estos últimos días prefiere cuentos inventados sobre la marcha y que requieran su ayuda para poner nombres a los personajes y cosas varias.

Y otras cosas que solemos hacer y por la que algunos nos tacharían de los peores padres del mundo y que «ya veréis dentro de unos años como os arrepentís» son:

– primero, a la hora de dormir, si quiere (de momento sólo la mayor) que nos acostemos un poco con ella, nos metemos en su cama y al de un rato nos vamos. Nunca hemos tenido ningún problema.

– segundo, a la hora de despertarse o en medio de la noche, si quieren meterse en la cama con nosotros, las hacemos un hueco (aunque muchas veces es casi imposible compartir cama con esos sacos de ratones)

Hay muchos que dicen que luego no vas a poder sacarlas de la cama, o que así se malcrían. De momento (y en nuestra limitada experiencia) no tenemos nada que lamentar. Más bien al contrario.

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