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Comedores escolares

29/01/2013 Deja un comentario

Seguimos con la vergüenza de los comedores en los colegios.

Ya he puesto por aquí cosas como ésta, en la que comparábamos el precio de un «happy meal» con comer en el colegio (llevándote tú la propia comida).

También he puesto por aquí que mientras que a los alumnos de los colegios públicos la comida les sale por algo menos de 5€ al día, si se llevan ellos la comida de casa tienen que pagar por calentarla 3.8€, los diputados disponen de un menú diario (en el que pueden elegir entre 5 platos diferentes y que incluye primero, segundo, postre y café) por sólo 3.55€.

¡Inconcebible!

Y ahora, gracias a una entrevista en Punto Radio, tenemos el final (por ahora) y la explicación.  Melchor Miralles le pregunta a Arturo Fernández cómo puede haber esa diferencia, cómo puede ser tan barato.

Arturo contesta que es mentira, que ése no es el precio.

Melchor le dice que tiene un ticket en la mano.

Arturo responde que entonces es que se refiere sólo a un plato, no a un menú completo.

Melchor lee lo que pone en el comprobante: dos platos, bebida, postre, café y pan.

Arturo (sin saber donde meterse ya) intenta convencer de que él no conoce los precios de sus restaurantes. Y que si es es el precio, es porque tienen subvenciones.

Y hemos llegado al meollo: un restaurante para los políticos (que cobran ya de por sí un pastizal) recibe ayudas para poder poner precios por debajo del mercado, y así estos a políticos les salga más barato el menú, y gasten menos de esas dietas que reciben, quedándoles a ellos más dinero en limpio.

Y esto lo estamos pagando todos nosotros. Y varias veces: de nuestros impuestos pagan los sueldos de los políticos, las dietas (que van a parte del sueldo) y las subvenciones para que la casta coma por encima de nuestras posibilidades. Mientras que nuestros hijos (vamos, nosotros) tenemos que pagar por el comedor del colegio unos 100€ al mes.

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Avispas

18/07/2011 4 comentarios

(Antes de nada, quiero dejar claro que en la redacción de este post no se ha maltratado a ningún animal.)

No me caen nada bien. Bueno, realmente las tengo bastante tirria. Son los animales más pesados que te puedes encontrar (a parte de los cuñados) y que siempre vienen a molestar cuando estás comiendo (como los cuñados).

Hace poco, un par de semanas, estábamos en un parque, las peques jugando en los columpios y de repente la diablilla menor se pone a llorar y chillar. No se había caído ni nada, así que no sabíamos qué la había pasado. Y claro, tampoco es que ella nos pudiera contar mucho. El caso es que la había picado una avispa. O mordido, que las jodías no son «nobles» como las abejas, que se mueren al clavar el aguijón. Las muy jodías muerden, te meten un poco de veneno y siguen tan contentas. Jodías.

Mientras estábamos calmando a la peque, se puso a gritar la mayor. Que la habían picado. Pensábamos que era un poco paripé, porque estábamos haciendo caso a la diablilla menor, pero no, la había atacado otra avispa. O la misma, porque según la diablilla: «Era la misma, porque se llamaba Julia». Que digo yo que si la has preguntado el nombre y todo, haberla dicho que no te pique, no? En flin.

Días después, el padre de las diablillas, es decir, quien escribe, tuvo también una experiencia religiosa. Volviendo en moto de trabajar, por la autopista, noté un pinchazo o similar en un costado. Después en la parte baja de la espalda e instantes más tarde, en el centro de la espalda, por la parte de arriba. La jodía se cebó. Lo único bueno es que a medida que iba picando, me hacía menos daño. No, si el que no se consuela es porque no quiere.

Y para rematar, ayer, en la piscina, estábamos comiendo y empezaron a venir unas cuantas como locas. A unirse para ver si compartíamos nuestros platos con ellas. ¿Pero qué tipo de bicho, después de darle unos sustos, espantarlo siete veces y matar a uno de sus compañeros sigue insistiendo? (y no, no vale responder con «un cuñado») Al final nos «echaron» del merendero, cuando estuvieron a punto de meterse en la boca de la diablilla menor. Porque llegué a tiempo y la espanté, pero estuvimos a punto de tener un buen susto. Luego, en las toallas volvieron a incordiarnos.

De verdad, son muy pesadas.

Así que he estado mirando por ahí y creo que cuando vuelva por ahí, voy a llevar esto:

Es sencillo: cortar un trozo de arriba, ponerlo al revés y meter dentro algo dulzón (refresco, azúcar,…) con agua. Las avispas entran atraídas por el olor, pero no pueden salir.

Por cierto, nuevo palabro para el diccionario diablilla-español:

fispa: Insecto himenóptero, de un centímetro a centímetro y medio de largo, de color amarillo con fajas negras, y el cual tiene en la extremidad posterior del cuerpo un aguijón con que pica, introduciendo una sustancia tóxica que causa escozor e inflamación. Vive en sociedad y, con sus compañeras, fabrica panales.

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Qué juventud

23/07/2010 Deja un comentario

Ya he comentado alguna que otra vez que lo de el tiempo (no el meteorológico, si no el de los relojes y los calendarios) la diablilla mayor no lo lleva muy bien. O hace como que no lo lleva muy bien.

Anoche durante la cena pasó esto:

– ¿Papacuti, qué voy a comer hoy en los compis?

– No, cariño, hoy ya has comido en los compis.

– ¿y qué voy a comer hoy en los compis?

– Que no, que hoy ya has comido, Mañana vas a comer macarrones.

– No, mañana no, ¿qué voy a comer hoy en los compis?

– Que no, cariño, que hoy ya has estado en los compis, y has salido, y nos hemos bañado y estás cenando. Mañana vuelves a ir, y mañana vas a comer.

– Papatoto, ¿qué voy a come hoy en los compis?

– Pero que no, cariño, que hoy ya no comes, mañana vas a comer.

– Que no, papatoto, que mañana no, ¿qué voy a comer hoy en los compis?

– Cariño, que hoy ya no hay compis, ya has estado. Mañana vuelves.

– ¿y qué voy a comer hoy en los compis?

– Pero brujilla, ¿tú me estás tomando el pelo?

– Sí.

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Luten

03/05/2010 Deja un comentario

– Papacho, ¿qué es el luten?

– ¿El qué? (a mí me suena lo de «El Luten, camina o revienta», pero no creo que se refiera a eso)

– El luten.

– No sé, ¿dónde lo has óido? (A ver por dónde sale la diablilla)

– En los compis. M no puede comer luten.

– Aaahhh. «Gluten». ¿Que qué es? Estoo… pues es algo que tienen algunos alimentos, y a algunos niños les hace daño al comerlo, y por eso no pueden tomar cosas con gluten.

– Vale.

Qué raro. Con una explicación sencilla y se queda tan tranquila. A veces me sorprende.

– Papacho, ¿esto tiene luten?

– ¿La galleta? Sí, esta tiene gluten, pero no te preocupes, que tú no tienes problemas con el gluten y la puedes comer.

– ¿Puedo comer? Entonces no tiene luten.

– No, cariño, que tú puedes comer lo que quieras, que no tienes problemas con el luten. Estoo… con el gluten.

– Si puedo es que no tiene luten.

– Que no, cariño, que tú puedes comer cosas que tengan gluten. No te preocupes.

– Pero si tiene luten luego me duele la tipita.

– No, cariño. A tí el gluten no te hace daño. Puedes comer sin problemas.

– Pero no tiene luten, no?

– No, cariño, no tiene luten. Ni gluten tampoco.

– Vale, me la como.

Ya decía yo que no podía ser tan rápido lo de la explicación. Creo que el gluten va a traer cola.

– Papacho, ¿esto tiene luten?

– ¿Unas aceitunas? Pues no sé, creo que no, pero no te preocupes, que tú no tienes problemas con el gluten.

– ¿Si las como luego me duele la tipita por el luten?

– No, tranquila. Que a tí el gluten no te hace daño en la tripilla.

– Pues M no puede comer luten.

– Ya, pero tranquila, que a tí no te pasa nada con el gluten. Puedes comerlo sin miedo.

– Ya pero ¿tienen luten?

– No, tranquila.

Y así con cada alimento. Cada vez que va a comer algo, pregunta si tiene gluten. Hasta con el agua. Por suerte va tieniendo algo de memoria, y se acuerda de una vez a la siguiente (a veces). Y es gracioso oirla cuando va a comer algo, hablando ella sola:

– Esto sí que puedo comer porque no tiene luten, y luego no me duele la tipita.

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Con la comida no se juega

23/03/2010 Deja un comentario

Fue el momento en el que me dí cuenta de que era un auténtico padre, cuando dije esa frase (que por cierto creo que pasa de generación en generación oralmente, como antiguamente las historias).

Ya me había dado cuenta de que era «mayor» cuando un enano de mielda, que tendría pocos años menos que yo me dijo: «Señor, ¿me puede decir la hora?». Me habría gustado patearle las entrañas. Y podría alegar defensa propia y/o enajenación mental transitoria.

A lo que iba, que siempre me voy por las ramas.

El momento de las comidas (desayuno, comida, merienda y cena) puede ser muy problemático cuando se empeñan en no comer. Por suerte, de momento en nuestro caso es casi al revés: tenemos que andar controlando lo que comen, porque son de mucho zampar.

El caso es que, como nos dijo la matrona en su día, en nuestro entorno (es decir, países desarrollados y núcleos urbanos) raro es el niño que muere por desnutrición. Hablamos obviamente de padres medianamente normales, y no los trastornos mentales que suelen salir en Gente.

Por eso, lo mejor para que se solucione el problema es no hacer un drama. A veces es complicado no darle importancia a algo que hemos aprendido desde niños y que está en la tradición de nuestra cultura, pero realmente suele ser peor el remedio (comidas pensadas para venderlas a padres y no para alimentar a niños, toda la familia montando un circo porque el niño no come,…) que la «enfermedad» (que el niño no coma)

Generalmente, salvo casos excepcionales (trastornos alimentarios que no son muy comunes), el niño comerá cuando tenga hambre. Si come menos de lo que nosotros pensamos que debería comer, igual el problema está en nuestra idea de las cantidades necesarias, y no en su apetencia.

Obviamente habrá muchas cosas que no le van a gustar, pero como a nosotros. ¿O a los adultos les suelen gustar todas las comidas? Es lógico que haya platos que se les atraviesen, pero algo que ayuda mucho es que nos vean a nosotros comerlo. Eso sí, lo que no tiene sentido es obligar a comer un alimento que a nosotros mismos no nos gusta y que nunca van a vernos comerlo. Y utilizar el truco de «es que papá es alérgico a las vainas (o judías verdes)» no suele dar resultado y puede que lo encuentren más como una excusa. O que nos acribillen con sus «¿y po qué?»

Por otro lado, lo de hacer florituras con la comida… hombre, si vas a tener TODOS los días mucho tiempo y eres poseedor de muuuucha paciencia, adelante. Si no, no es muy aconsejable desde mi punto de vista (es mejor dejarlo para cosas que les medio gusten ya que veremos recompensado nuestro esfuerzo), ya que si hemos empleado bastantes minutos en cortar todas las verduritas con forma de crisantemo zurdo y luego se niegan a comerlas (y suerte si no las tiran al suelo), es fácil que perdamos los nervios. Y todo el empeño que hemos puesto se volverá contra nosotros. O casi peor: si les gusta, nos veremos obligados a prepararlas siempre así, como mínimo.

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