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Posts Tagged ‘educar’

Cuánta razón

04/11/2015 Deja un comentario

Es fácil que si ya os haya llegado este vídeo por algún grupo de esos de «wasa», pero por si acaso no ha sido así, aquí va.

 

 

 

 

 

 

Spoiler (así que si no quieres desvelar la sorpresa del vídeo, no sigas leyendo)

Esto también va para los profesores, y más con la nueva ley de ¿Educación?: si hay tantas quejas por los deberes que se mandan a los peques, igual es que no se están haciendo las cosas bien, ¿no? Que igual un profesor piensa que pone pocas tareas, porque «sólo» ha mandado hacer 3 ó 4 ejercicios, pero creo que debería saber que no es el único profesor, así que si todos ponen «poquitos» deberes, al final se juntan unos cuantos. Y si ya es semana de exámenes, pues eso, que los pobres niños tienen jornadas laborales de más de 10 y 12 horas.

 

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Educando niños

30/05/2012 Deja un comentario

Enredando por ahí he visto estas declaraciones del Goberneitor sobre cómo educa a sus hijos. Bueno, realmente es sobre películas malas, pero también sirve:

ARNOLD SCHWARZENEGGER sobre Red Sonja.

«Es la peor película que he hecho. Cuando mis hijos se portan mal les amenazo con ver Red Sonja diez veces seguidas. Ahora ya nunca se portan mal».

Ahora estoy rebuscando entre mis fotos y vídeos antiguos, a ver si encuentro algún arma de destrucción neuronal masiva y puedo usar la misma técnica que Swarzy.

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Regalamos diablillas

20/07/2010 Deja un comentario

Lo dicho en el título.

Que si hay alguien responsable que quiera experimentar el mayor goce en esta vida, que es criar y educar a unos niños, que deje un comentario.

También si hay alguien que quiere demostrar a su pareja que eso de los niños como que mejor dejarlo para más adelante (que de momento mejor tener un jilguero, un canario o una tortuga de peluche) que me avise, que puedo hacer un precio módico por una semanita.

O si se encuentra en la sala un médico, psicólogo, pediatra,… que desee realizar un estudio con un par de bestias desatadas de niñas preciosas, que deje sus datos en recepción, que nos pondremos en contacto con ellos.

Y es que la conjunción del calor insoportable de Madrid (aunque en otros lugares me imagino que será parecido), que la mayoría de los compis ha dejado de ir a la guarde y me parece que están muchos menos, que a la (pobre) peque se le han puesto todos los dientes de acuerdo para salir a la vez a ver qué tal se está por ahí fuera y que nosotros también acusamos el calor y la falta de vacaciones (todavía falta muuuuuucho), las tardes en casa suelen ser bastante entretenidas. Por decir algo.

Porque en casa, se corre el riesgo de que algo o alguien no llegue al final del día. ¿Os suenan las imágenes de la pelea entre marujas del primer día de rebajas en el corte inglés? Pues eso no es nada comparado con lo que se monta en la sala y aledaños. Y es que cuando la diablilla mayor no está incordiando a la pequeña, es ésta la que va a donde la otra para enredar. No pueden vivir juntas, pero tampoco separadas.

Pero salir a la calle es casi peor:
Primero, porque hay que ir como un vampiro huyendo del sol y buscando hasta la más mínima sombra.
Segundo, porque los columpios se convierten en cocinas (que menos mal que tengo niñas y no niños, porque más de un día habríamos tenido «oeuf frit sur le tobogan«.
Tercero, porque cada una quiere ir para donde se les antoja, que suele ser en la misma dirección, pero en sentidos opuestos.
Cuarto, como tengas que hacer recados, o ir a algún sitio en concreto, si quieres planificarlo, al tiempo necesario habitual tienes que sumarle 40 minutos por cada 10 metros a recorrer.

Así que este año tengo un par de motivos más para pedir como loco que… LLEGUEN LAS VACACIONES!!!!!!

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Animalicos

29/06/2010 Deja un comentario

Otra bonita historia sobre el maravilloso mundo de los parques de juegos infantiles.

Estando de nuevo en ese campo de batalla/laboratorio de experimentos sociales que son los columpios, aunque esta vez un tanto alejados de nuestro hábitat tradicional surgió un nuevo caso de estudio del comportamiento de estos seres chiquitillos que son nuestros hijos.

El parque donde estábamos era bastante grande, con un par de toboganes enromes, cerrados y con curvas, casi como los de un aquapark, aunque sin agua. a la diablilla mayor le gustan, ya que subiendo a esos mastodontes puede demostrar que «ya es mayor». Eso sí, como la media de edad del resto de enanillos es superior a la suya, los encontronazos y los «quita de en medio, enana» están a la orden del día. Así que en cuanto hay gente suele subir un pelín acongojada (por no decir acojonada).

El día en cuestión en el que tuve que sacar mi (generalmente tranquilo) genio, estaba mi diablilla subiendo y tirándose por el tobogán con otros niños más o menos de su edad. Pero llegaron otros mayores y empezaron a subir por el tobogán (en lugar de por las escaleras) y a gritar y a «apartar» a los pequeños. Como entiendo que, hasta cierto punto, generalmente se suelen arreglar bastante bien entre ellos si no hay adultos metiendo baza, les dejo un poco sin decir nada. Ya me empiezo a mosquear un poco cuando se tiran por el tobogán sin esperar a que se aparten los pequeños que están abajo, pero como desde arriba no se ve bien, simplemente me acerco para que me vean pero no digo nada, sólo un «venga cariño, date prisa en apartarte que bajan los mayores».

Pero lo que ya no pude aguantar fue cuando empezaron a tirar juguetes por el tobogan antes de bajar ellos: coches (grandecitos, no los pequeños de guisval o majorette), una lancha (tipo la patrullera de playmobil, es decir grande), un balón de fútbol y alguna otra cosa más. Cómo no, los tiraban sin mirar si había gente. Y obviamente, el barco le pegó a mi diablilla en la espalda. Miré alrededor y parecía que eran huérfanos, ya que no había por ahí ningún adulto responsable con pinta de preocuparse por ellos. Me acerqué al tobogán para coger a mi peque y calmarla y les dije que tuviesen más cuidado al tirar los juguetes. Se rieron y tiraron más cosas. Vale.

Cuando bajaron dejé a mi enanilla aparte y fui donde ellos a decirles que tuviesen más cuidado. Me miraron y se empezarona escaquear por el parque, riéndose. Vale. No tengo prisa. Esperé a que estuviesen a lo suyo, me acerqué por detrás y les dije, en tono suave y calmado y mirándoles a los ojos, como enseña supernannynueva ventana:

– miras niñatos, me da lo mismo lo que hagáis con vuestros juguetes, pero como volváis a tirarlos por el tobogán sin mirar y le déis a algún niño, os lo tiro todo a la ría.

Mano de santo, oiga.

Hasta que vino el abuelo de uno de ellos, que por lo visto sí que debía estar mirando, pero claro, mientras es su hijo el que molesta a otros ni aparece. Me dice a ver qué le tengo que decir yo al niño.

– Pues muy sencillo, que tengan más cuidado al jugar. Cuando tiran sus cosas pueden hacer daño a los demás.

– Ya, es que son niños.

– Sí, por eso les he avisado. Si fuesen adultos no estarían jugando en un parque, ¿no?.

– Es que hay muchos padres que riñen a los hijos de los demás, pero a los suyos no, y era para ver qué les habías dicho.

– Mire, señor, le puedo asegurar de que yo me preocupo bastante de que mi hija no moleste a los demás, porque estoy pendiente, cosa que no hacen otros.

Ahí acabó la conversación. Y es que me repatea los padres que dejan a sus animalejos que retocen en el parque porque así no les molestan, aunque estén incordiando a otros. Pero como les digas algo, saltan como resortes.

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Esos engendros bajitos

23/06/2010 Deja un comentario

Y sus familiares. Que suelen ser lo peor, y enseguida se ve que lo de «de tal palo tal astilla» es un refrán que suele acertar muchas veces.

Hoy estábamos en unos castillos hinchables que han puesto por nuestra zona. Como os podéis imaginar había unos cuantos cientos de millones de niños, y eso que están a pleno sol y con la que está cayendo no había quien aguantase. Bueno, no había quien aguantase de los adultos. Los enanillos ahí estaban dando brincos, saltando y corriendo y tan campantes. Sólo de verles casi te temblaban las piernas.

El caso es que estábamos en la cola para que la diablilla mayor se montase en uno de los castillos. Aunque realmente esa era la segunda cola que hacíamos. En la primera, después de llevar un rato esperando, cuando ya nos iba a tocar y ha visto que los que estaban dentro estaban jugando a algo que parecía una mezcla de «Pressing Catch» y lucha grecorromana ha dicho que no quería montarse, y mirando, ha visto que el otro castillo era más para niños, así que otra vez a hacer cola.

A lo que iba, que me voy por las ramas.

Estando en la cola del castillo, me fijo que por detrás están las hijas de las arpías, así que ya estoy con la mosca detrás de la oreja. Y como suele pasar en estos casos, los niños en general, intentando colarse. Pero mira por donde, que algo que nunca pensé que iba a pasar, sucedió: Le tengo que dar la razón (en parte) a la cuadrilla de las arpías!!!

Y es que en la fila había un cacho cabr*n con pintas niño. Y al angelito se le debía haber colado alguna de las mini arpías (o eso dijeron, no presté atención a quién estaba delante y quién detrás). Sea como fuere, el enano empezó a pegar a una de las niñas, pero no pegarlas normal, no. ¿Os acordáis de la pelea final de Karate Kid II?

Pues el jodío bruto la pegaba igual, con los dos puños, girando el cuerpo a un lado y a otro. Entonces apareció la madre del churumbel, y en lugar de reñirle al mierda niño ese, coge a la otra niña y la aparta de la cola y la echa para atrás. Yo pensaba que serían hermanos, por cómo trató la madre a la niña. Y luego el crió, ya con su posición recuperada por la decisión de los jueces (tengo que dejar de ver tanta F1) siguió pegando a la otra, y llamándola «colona» a la vez que le clavaba (con fuerza) el dedo índice en la cara y en el cuello. A todo esto, la madre de la perla de chaval estaba al lado y no decía nada. Yo estaba alucinado, pero como pensaba que eran hermanos, pos ná.

Pero luego llegaron las verdaderas madres de la cría, y empezaron a discutir con la madre de la bestia. Que si «a mi hija no la zarandeas», que si «ella se ha colado», que si «tu hijo se ha dedicado a darle de leches», que si «mi hijo no pega»,… Hasta tal punto que estuvieron a nada de llegar a las manos: Lo típico de señalarse ambas madres con el índice a escasos milímetros de la cara, con los siempre recurrentes «a mí no me señalas que te parto la cara», «pues tú a mi hija ni se te ocurra tocarla que te rompo los dientes», «como te acerques más, te pego de hostias»,… Sí, todo esto delante de los niños. Qué buen ejemplo.

Y quien al final paró la discusión, más o menos, fui yo. Pero no por meterme a separarlas ni nada, si no porque el malcriado se había colado, había entrado en el castillo hinchable y se estaba dedicando a dar patadas a mi diablilla. Y ésta, que cuando hay confianza no se corta, con otros niños se «apoca» y no contesta a las agresiones. Intenté parar al enano, pero nada seguía pegando patadas e intentando saltar encima de mi hija (que estaba sentada en el borde para poder quitarla los zapatos). Así que tuve que acercarme a la discusión, y gritarle (estaba tan alterada que no me oía) a la madre que «por favor controlase a su hijo, que se había colado y que estaba pegando a la mía. » En ese momento me convertí en el «ídolo» de las arpías, ya que (sobre todo una de ellas) empezó a aplaudir diciendo «ves, hay otro padre que dice que tu hijo sí que pega». El caso es que el enano siguió pegando a otros críos de la cola. Eso sí, una vez dentro del castillo, una vez se acercó a la diablilla. Hizo un gesto. Le miré y le dije: tú, ten cuidado. no se volvió a acercar a mi enanilla. A otras sí, pero a ella no. (Me había visto con ella en la cola)

El caso es que, resumiendo, si tu hijo está pegando a alguien, y como respuesta a sus actos tú haces algo parecido a la persona que está recibiendo esos golpes y luego le sacas la cara ante los demás, sin chillarle, castigarle o indicarle que lo que hace está mal, lo normal es que persista en su actitud y que cada vez vaya a más.

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