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Con la comida no se juega

Fue el momento en el que me dí cuenta de que era un auténtico padre, cuando dije esa frase (que por cierto creo que pasa de generación en generación oralmente, como antiguamente las historias).

Ya me había dado cuenta de que era «mayor» cuando un enano de mielda, que tendría pocos años menos que yo me dijo: «Señor, ¿me puede decir la hora?». Me habría gustado patearle las entrañas. Y podría alegar defensa propia y/o enajenación mental transitoria.

A lo que iba, que siempre me voy por las ramas.

El momento de las comidas (desayuno, comida, merienda y cena) puede ser muy problemático cuando se empeñan en no comer. Por suerte, de momento en nuestro caso es casi al revés: tenemos que andar controlando lo que comen, porque son de mucho zampar.

El caso es que, como nos dijo la matrona en su día, en nuestro entorno (es decir, países desarrollados y núcleos urbanos) raro es el niño que muere por desnutrición. Hablamos obviamente de padres medianamente normales, y no los trastornos mentales que suelen salir en Gente.

Por eso, lo mejor para que se solucione el problema es no hacer un drama. A veces es complicado no darle importancia a algo que hemos aprendido desde niños y que está en la tradición de nuestra cultura, pero realmente suele ser peor el remedio (comidas pensadas para venderlas a padres y no para alimentar a niños, toda la familia montando un circo porque el niño no come,…) que la «enfermedad» (que el niño no coma)

Generalmente, salvo casos excepcionales (trastornos alimentarios que no son muy comunes), el niño comerá cuando tenga hambre. Si come menos de lo que nosotros pensamos que debería comer, igual el problema está en nuestra idea de las cantidades necesarias, y no en su apetencia.

Obviamente habrá muchas cosas que no le van a gustar, pero como a nosotros. ¿O a los adultos les suelen gustar todas las comidas? Es lógico que haya platos que se les atraviesen, pero algo que ayuda mucho es que nos vean a nosotros comerlo. Eso sí, lo que no tiene sentido es obligar a comer un alimento que a nosotros mismos no nos gusta y que nunca van a vernos comerlo. Y utilizar el truco de «es que papá es alérgico a las vainas (o judías verdes)» no suele dar resultado y puede que lo encuentren más como una excusa. O que nos acribillen con sus «¿y po qué?»

Por otro lado, lo de hacer florituras con la comida… hombre, si vas a tener TODOS los días mucho tiempo y eres poseedor de muuuucha paciencia, adelante. Si no, no es muy aconsejable desde mi punto de vista (es mejor dejarlo para cosas que les medio gusten ya que veremos recompensado nuestro esfuerzo), ya que si hemos empleado bastantes minutos en cortar todas las verduritas con forma de crisantemo zurdo y luego se niegan a comerlas (y suerte si no las tiran al suelo), es fácil que perdamos los nervios. Y todo el empeño que hemos puesto se volverá contra nosotros. O casi peor: si les gusta, nos veremos obligados a prepararlas siempre así, como mínimo.

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