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Planificación (Zombinación V)

– Bueno, lo primero es intentar recoger toda la información que podamos.- dice Jacobo a la vez que se pone delante de uno de los ordenadores de la sala.
– Pues como no salgas a la calle a recoger los periódicos que hay por ahí dando vueltas jugando con el viento, lo vas a tener crudo.
Jacobo está convencido de que cada vez que Isabel dice algo, en algún lugar del mundo muere un gatito. Si es que quedan gatos vivos, claro. Pero decide no hacer caso a los dardos envenenados, y en cuanto aparece el navegador de internet, se pone a teclear en la barra de direcciones.
Pronto comprueba que es en vano, y que el ordenador se queda “pensando” durante demasiado tiempo como para facilitarle una respuesta satisfactoria. Entonces, para darse tiempo para pensar qué hacer a continuación y para no quedar como un perfecto idiota por no haber escuchado a sus compañeros, decide enredar con las “tripas”. Primero abre la línea de comandos e intenta hacer pings y tracerts para conectarse con algo directamente, sin pasar por el navegador, pero nada. Luego intenta cambiar las DNS, con el mismo resultado. Al final, después de tener que dar marcha atrás de unos cuantos callejones sin salida, se da por vencido. Gira la silla encarándose a las tres estatuas que tiene detrás.- Lo siento, teníais razón.- se disculpa Jacobo. Sabe que unas disculpas a tiempo pueden allanar muchos caminos, y en la situación en la que se encuentran no necesitan más impedimentos que los que con seguridad surgirán. Además, nunca ha entendido la dificultad de las personas en general para pedir perdón o disculpas: cuanto más alto se está en la escala social (esa tomadura de pelo que nos han metido en la cabeza hasta tomarla como necesaria) más complicado es que alguien reconozca un error. Cuando lo fundamental para conseguir avanzar es darse cuenta de en qué se ha fallado para no volver a cometerlo.

– Bueno, entonces, como decía Isabel, ¿qué cojones vamos a hacer?
– Esperábamos que ya que vienes con la mente fresca, pudieses traernos algo de luz.
– Mira, Isabel, ni siquiera tengo una linterna, así que lo de la luz, olvídate.
– Mierda, encima de no saber hacer su trabajo, se cree que es humorista.
– Venga, vamos chicos. Cuando no tengamos otra cosa de la que preocuparnos, ya nos despellejamos, vale? – media Paloma. Con la mirada busca a Miguel para que la eche una mano y poder cortar la disputa entre Jacobo e Isabel, pero Miguel sigue perdido en sus pensamientos, con la cara marcada por dos regueros dejados por las lágrimas que no ha podido limpiar sin dejar rastro.
– Vale. Perdón. Vamos a ver, ¿cómo andáis de comida por aquí?
– Empezamos a estar pelados. Miguel a tenido un par de… se ha atrevido a bajar a las máquinas, las ha reventado y ha subido cosas, pero casi no queda nada.
– Vamos, que estamos jodidos.
– Gracias, Isabel. Había entendido la explicación de Paloma.
– Por si acaso.
– Entonces, tendríamos que salir a por algo, ¿no? ¿O qué idea tenemos? ¿Quedarnos aquí hasta que venga alguien a buscarnos?
Se quedan todos pensativos. Paloma baja la cabeza, sin saber qué responder. Isabel por el contrario aguanta la mirada de Jacobo, desafiándole. Parece que se ha erigido en la jefa del grupo y ve la presencia del nuevo integrante una amenaza. Miguel por su parte sigue reviviendo su propio infierno, así que de ese lado no puede esperarse ningún tipo de ayuda.
– ¿Sabemos si hay algún coche en el garaje? – Pregunta finalmente Jacobo.
– ¿coches? El mío y el de Isabel.
– ¿Y qué coches son?
– El mío un mini – responde Isabel
– Yo tengo un ibiza. – dice Paloma.
– Bueno, no nos sirven mucho.
– Oye, si querías un coche en concreto, haberlo traído tú, no? – Isabel no se cansa de replicar cada comentario de Jacobo.
– No, no me he explicado. Me refiero que si queremos irnos los cuatro y coger víveres y cosas, esos coches son un poco pequeños. Necesitaríamos algo más grande. Y algo que pueda aguantar golpes, por si hay que abrirse paso a empujones.
– Están los A8 de los directivos. Blindados. Con todo tipo de cacharrería electrónica.- Es Miguel, que ha salido del pozo y vuelve al país de los vivos.
– ¿Y podemos cogerlos? – Pregunta inocentemente Paloma
– Habría que hacer una petición escrita a la dirección y esperar respuesta… Pues claro que podemos cogerlos, joder. – Isabel tiene suficiente mala leche para todos, no sólo para Jacobo. Y ésto le reconforta un poco, aunque lo siente por su amiga, ya que por lo que la conoce, sabe que es una chica sencilla, bastante simpática y tímida.
– ¿Y dónde están? – Intenta zanjar Jacobo.
– En el primer sótano, en la zona VIP, dónde si no.
– Vale, entonces vamos a hacer esto: Primero, con las cámaras hacemos un barrido para comprobar que no hayan entrado esas cosas. Luego nos vamos al garaje y cogemos uno de los coches. Convendría que estuviese cargado de gasolina, así que si hace falta pasamos todo el combustible de los otros coches al que cojamos. Y si podemos, pillamos unas garrafas. Luego abrimos las puertas del garaje, salimos y vamos, como primera parada a un súper, para poder aprovisionarnos de toda la comida que podamos. También deberíamos hacernos con  armas o cualquier cosa con la que defendernos de los zombies. Pero seguro que en el súper podemos conseguir algo. ¿Alguna pregunta o duda?
– Sí, una.- Isabel no se da por vencida, y siempre tiene que decir la última palabra – ¿quién te ha elegido jefe?
– Mira chatina, me da lo mismo lo que haya pasado hace tiempo entre nosotros. Siento si te he perjudicado por alguna extraña razón que no acabo de entender, pero si te parece bien, cuando estemos tranquilos y esto haya pasado, nos peleamos todo lo que quieras. Ahora y hasta ese momento, por favor, sólo pido un poco de colaboración. No me considero jefe de nada, y cualquier idea es buena. Siempre y cuando sea constructiva, claro. Pero si te vas a sentir mejor, te prometo una cosa: si me muerde un zombie y me voy a convertir en uno de ellos, te doy permiso para que me mates, vale?
– Vale. Te tomo la palabra.

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  1. 19/07/2011 a las 06:33

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